Lizarran

Un precio desorbitado, 2.80 cada pincho. El trato es muy agradable pero es un local destinado a cobrarle a los turistas. Una lastima porque nos gustaba ir.

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Sitio no apto para cenar, a no ser que vayas de tapas, el personal no viene si no lo llamas, la relación calidad precio es cara y el sitio agobia un poco, las sillas son taburetes bajos, detalle que hace daño a la espalda. Pedí una hamburguesa, el pan era 3 veces más grande que la amburguesa y el precio me pareció caro, los postres están buenos,. Otro detalle es que están rondando todo el rato ofreciendo tapas, cosa que perturba la tranquilidad de una persona que quiere comer sin que le molesten.

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La comida y tematica esta bien pensada pero los camareros tienen -100 ganas de trabajar ahi. Fui con intenciones de cenar, pregunté algo al camarero y literalmente el chico estaba por las nubes, no se enteraba de nada. Se me quitó el hambre y solo pedí el postre para llevar.

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Bien ubicado en pleno centro de Figueres, el local se hace pequeño para tanta afluencia de turistas. Los pinchos, deliciosos, a 2,60€ la unidad. La cerveza San Miguel... El servicio, correcto. Lo mejor: Joel ,de cocina. Con barbita, el brazo izquierdo con un tattoo increíble y una mirada que derrite.... La chica de la barra, una gran profesional.

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Hoy almorcé en el restaurante Lizarran con mi hijo y mis padres mayores, y nos encontramos con un incidente extremadamente desagradable. Estábamos sentados en la terraza, y cuando nuestro almuerzo casi había terminado, cinco personas se sentaron en la mesa de al lado y comenzaron a fumar al mismo tiempo. Había mucho humo, me sentí mal y mi madre, que tiene asma, también tuvo que levantarse de la mesa. Dentro del restaurante había muchas mesas libres, así que le pedí a la camarera si podíamos movernos adentro para terminar nuestro café y postre. Ella reaccionó muy mal y dijo que eso no era posible y que teníamos que volver a nuestro lugar y seguir comiendo allí. Le pedí una vez más si podíamos movernos, pero empezó a ser grosera y dijo que si habíamos elegido la terraza, ahora teníamos que quedarnos y soportarlo. Cuando mi madre, que tiene 77 años, se sentó en una mesa vacía cercana, la camarera la echó. Pedimos la cuenta y dijimos que no queríamos el café, que nos íbamos. Ella trajo la cuenta, pero el café estaba incluido. Cuando mi hijo, que es adolescente, le preguntó por qué el café estaba en la cuenta si no lo habíamos tomado, ella comenzó a ser grosera con él y a levantar la voz. Nunca antes había experimentado un trato tan horrible en un restaurante. Me sorprendió que la camarera fuera tan grosera y que los otros empleados del restaurante simplemente miraran y no intervinieran para ayudarnos. Estoy muy decepcionada con Lizarran. A

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